Comentario
La construcción de un aparato de gobierno centralizado y eficaz pudo realizarse a partir de la transformación de las estructuras feudovasalláticas existentes y de la instrumentalización de los medios e innovaciones desarrollados durante el periodo bajomedieval (mejora de las comunicaciones y de los conocimientos geográficos, progresos de las técnicas económicas, transformaciones militares, evolución del pensamiento intelectual y político, activación de los sentimientos "nacionales" y xenófobos...). En su labor los monarcas no innovaron sino que perfeccionaron los elementos que ya tenían a su alcance. Así, la monarquía de los Reyes Católicos no fue más que la materialización de una herencia doctrinal y política nacida con Alfonso X, proseguida por Alfonso XI y reconducida por los reyes de la dinastía Trastámara.
Durante la Baja Edad Media fueron constantes los intentos de ampliar territorios -en provecho propio o frente a otros reinos- mediante la conquista o las alianzas dinásticas. Este expansionismo desembocó en uniones exitosas (Castilla-Aragón en 1492) o frustradas (Inglaterra-Francia en 1420 o la política matrimonial portuguesa de los Reyes Católicos), y en la incorporación a las grandes monarquías de entidades "medievales" menores en el caso hispano, Granada (1492), Navarra (1512). Internamente, la consolidación territorial de los Estados se realizó por varios medios complementarios: administrativos -virreyes, lugartenientes, gobernadores, corregidores-, militares -creación de ejércitos permanentes y de la Santa Hermandad-, jurídicos -fijación de fronteras políticas y fiscales- e ideológicos. En el caso hispano, la fusión de estructuras territoriales castellanas y aragonesas permitió a la España Moderna dominar e importar su autoridad en territorios muy amplios y muy lejanos.
El fortalecimiento regio exigió el crecimiento y la transformación de los aparatos de gobierno de la monarquía, proceso caracterizado por el auge de la burocracia al servicio de los reyes. Los burócratas (letrados, juristas), extraídos de sectores sociales intermedios o menores, asumieron cada vez mayores cotas de poder en el Estado, aunque su "corporativismo" limitara la eficacia de las directrices monárquicas. Con todo, la burocratización no desplazó a la nobleza, que mantuvo su papel político en la estructura estatal de la monarquía (sobre todo en Castilla). La estabilización del lugar de decisión principal en una ciudad también fue consecuencia de la evolución hacia unos aparatos de gobierno centralizados y complejos- en Castilla no hubo una sola capital, aunque se tendió a ello al fijarse la Chancillería en Valladolid (1442)-.
El reinado de los Reyes Católicos constituyó una verdadera consolidación de las instituciones monárquicas. En las Cortes de Toledo (1480) se tomaron medidas decisivas en este sentido -reorganización del Consejo Real en beneficio de los letrados, ampliación de competencias de los corregidores y eficaces medidas financieras . Las reformas de la Audiencia y Chancilleria de Valladolid y la creación de otra en Ciudad Real (1494) -luego en Granada (1505)- fueron otros pasos importantes.
El perfeccionamiento de la fiscalidad real fue paralelo a la configuración y ampliación de la organización estatal. En un proceso de renovación de las fuentes de ingreso fiscales frente a las tradicionales (salvo en Inglaterra), los monarcas trataron de regularizar los impuestos indirectos (aplicados especialmente sobre la sal, la lana, las aduanas y el consumo) e importar los impuestos directos (no pagados por nobleza y clero, y resueltos en asambleas representativas a petición del rey), aunque la relación entre ambas tasas varió según la época y el reino. También se obtuvieron recursos a partir de las rentas eclesiásticas (sobre todo en Castilla) y de primarios sistemas de crédito (arrendamiento de impuestos y derechos, préstamos a banqueros e iniciales tipos de deuda). Esta evolución supuso la creación de sistemas fiscales complejos y eficaces que permitieron sostener y aumentar el proceso "estatalizador" de las monarquías occidentales durante el Bajomedievo.
En España, los Reyes Católicos sanearon y perfeccionaron la fiscalidad castellana desde las Cortes de Toledo (1480). Además de las rentas recuperadas a la nobleza, los ingresos principales eran los siguientes: alcabala (renta ordinaria más importante), servicios de Cortes, diezmos, almojarifazgos (impuestos aduaneros), servicio y montazgo sobre la trashumancia, ingresos eclesiásticos (tercias reales, rentas de maestrazgos incorporados) y juros (deuda pública primitiva establecida desde 1489). A ello se sumó el control real de organizaciones de gran poder económico como las órdenes militares y la Mesta (1489). Sus medidas económicas culminaron con un intento de unificación monetaria de Castilla-Aragón mediante la creación del "excelente" (1497). La Hacienda regia en tiempos de Isabel y Fernando puede considerarse modesta y equilibrada, aunque con tendencia a la inestabilidad (M. A. Ladero).
El aparato estatal de la España Moderna era una mejora del configurado hacia 1400 y no fue modificado sustancialmente hasta el siglo XVIII. Aunque existiesen dos modelos diferenciados sobre una misma base social -el castellano, de carácter absolutista; y el catalano-aragonés-navarro, de carácter pactista o contractual-, "fue Castilla (Consejo Real, Audiencias, Hacienda...) quien marcó la pauta de la monarquía hispánica de los siglos XVI y XVII por su mayor peso político y socio-económico en la Península, y porque era mucho más eficaz, moderno y útil que el sistema pactista", propio de un mundo medieval basicamente superado.